viernes, 3 de diciembre de 2010

Día 21: San Francisco, despedida y cierre.

Llegó el último día de nuestro periplo norteamericano, el fin de lo que para nosotros ha supuesto un sueño hecho realidad y para colmo de males, tendríamos que afrontar casi 16 horas de vuelo para volver a casa.

Aún con toda la paliza de los 21 días de viaje que llevábamos afrontamos el último de ellos con la mayor de las sonrisas y las ganas como si se tratase del primero, pues nos quedaba por vivir algunas de las experiencias más bonitas que sólo te da la oportunidad de vivir San Francisco, como lo son montar en un tranvía, que en tantas y tantas películas hemos visto retratado, y atravesar caminando el Golden Gate Bridge.

El último día era especial, así que Nuria y yo decidimos vivirlo por nuestra cuenta, con lo que salimos pronto a la calle enfilando la "Market Street" para comprar el billete que nos permitía utilizar durante todo el día el transporte público.
Después, esperamos pacientemente para montar por primera vez en tranvía.



Había una fila para esperar a montar, pero en el momento de hacerlo todo el mundo sale disparando por un lado y por otro buscando el mejor sitio, fue ahí cuando nosotros nos descordinamos y encontramos sitios separados, cada uno en una punta.
Yo conseguí ir colgado sujeto de una barra, me hacía especial ilusión.



Mención especial merece el conductor de éste tranvía en el que viajamos hasta "Hyde St.", pues al principio me pareció muy serio y con mala leche, pero enseguida se destapó como un bromista y un enamorado de España en general y Madrid en particular, con lo que acabó de ganarse nuestra simpatía.



Por cierto, la bufanda era suya, la lleva siempre en el tranvía.

Nos encontrábamos en la calle "Hyde", al norte de San Francisco, muy cerca de la zona de Fisherman´s Wharf, en el parque del Presidio, que llega hasta el Golden Gate, donde nos dirigíamos.

Caminamos bastante, yo quería alquilar unas bicicletas, pero Nuria no es muy amiga de ellas, así que continuamos a pie.
Por el camino, nos paramos a contemplar, una vez más, la isla de Alcatraz.



Cuando valoramos lo recorrido y lo que aún nos faltaba para llegar al puente decidimos utilizar la tarjeta de transporte y tomar un autobús, excelente elección, pues por enésima vez subestimamos las distancias en éste país.

Era un día de mucha niebla por la mañana, como casi todas las mañanas que me ha tocado vivir en California; pero en San Francisco éste fenómeno es mucho más persistente, imagino que debido a lo peculiar del terreno.
Por ello, el puente no se veía completamente desde la distancia, lo que me fastidió un poco para las fotografías; finalmente me consolé pensando que serían unas fotos "distintas".





Paseamos hasta la mitad del puente colgante, aproximadamente durante un kilómetro.
Ya lo habíamos cruzado en dos ocasiones, pero montados en la autocaravana.
La sensación de hacerlo a pie es muy distinta; porque se trata de uno de los mayores puentes colgantes del mundo y eso se refleja en las vibraciones, a causa del tráfico, que uno nota que le suben por la planta de los pies hasta el cuello, por lo menos a mí, que no me agradan demasiado las alturas.





Para despedirnos de tan mítico lugar le pedimos a una pareja de españoles que nos inmortalizara juntos en un mirador, aprovechando que la niebla había subido y el puente se iba dejando ver poco a poco.



Cogimos de nuevo un autobús con destino "Golden Gate park", un enorme pulmón de la ciudad donde se concentraban museos y jardines.
Aquí tenía muchas ganas de visitar el jardín de té japonés y a pesar de los 7 $ por persona tenía la impresión, por las fotos que había visto, de que merecería la pena.
Creo que las modestas fotografías que pudimos tomar hablan por sí solas:







Disfrutamos durante un buen rato de la paz y armonía que transmitía el jardín, para terminar tomando un té y unos frutos secos japoneses en el bar para reponer fuerzas.




Partimos hacia el colorido barrio de Castro, tras hacer la intentona de subir a "Twin Peaks", sin éxito, pues una vez mas la niebla nos jugó una mala pasada.
Dimos un rodeo por las tiendas de la zona y comimos en una pequeño restaurante mexicano.




A la hora de abandonar el barrio, nos cruzamos con lo más parecido al jefe de policía de "Los Simpsons" que he visto, sólo que con bigote.



Viendo que el barrio no ofrecía mucho más que gente pintoresca, decidimos volver a la zona de Fisherman´s Wharf, pues habíamos olvidado ver a los famosos Leones Marinos del Pier 39; que parecen estar tomando el sol y agotados por algún esfuerzo, pero lo cierto es que se pasan todo el día en la misma postura, de vez en cuando alguno emite un sonido, pero no tiene más emoción.




Hicimos las últimas compras del viaje, para gastar los dólares en efectivo y acabamos el día tomando el tranvía de la Avenida de California para disfrutar de nuestras últimas horas en la ciudad a lo grande.




Todo tiene su fin y este maravilloso viaje no iba a ser menos, pero escribir éste diario de cada una de nuestras jornadas en los Estados Unidos me ha servido para, a posteriori, valorar más la experiencia, aprender y sobre todo divertirme narrándola.

The End.