viernes, 24 de septiembre de 2010

Día 18: Yosemite National Park

Ésta vez la alarma del móvil no nos despertó, fue el frío del bosque el que se encargó de hacerlo, pues la altura de los árboles y la cantidad de ellos que rodeaban la zona complicaban el paso de los rayos de sol, creando así un microclima propio.

Teníamos claro el itinerario a seguir dentro del parque, pues la tarde anterior habíamos hablado con un hombre que trabajaba en el camping, el cual nos recomendó las visitas principales a hacer, pues éste mismo día sería para visitar el parque hasta después de la comida, que debíamos poner rumbo a San Francisco.

Le hicimos caso y fue un acierto, ya que el parque tiene una extensión monstruosa y no se puede ir sin planificación cuando tienes el tiempo limitado.




En primer lugar nos dirigimos a "Glacier Point", un mirador impresionante que se encontraba muy cerca del camping donde dormimos la noche anterior.

En este punto del parque se obtiene una vista panorámica del Valle de Yosemite sobrecogedora, ya que se encuentra a unos 7200 pies del suelo, lo que traducido a nuestro sistema de medida sería unos 2000 metros de altura.
Dimos un paseo por el lugar para inmortalizar los paisajes con nuestras cámaras y aprovechamos para respirar aire limpio, lo que provoca una sensación de paz y tranquilidad muy agradable.






Tras ésta breve pausa en nuestra vorágine de kilómetros, o mejor dicho, millas; proseguimos el camino por las angostas y reviradas carreteras del parque, en ésta ocasión para adentrarnos en el corazón del "Yosemite Valley" (Valle de Yosemite), llegando así a una de nuestras visitas previstas; una de tantas cataratas que posee el parque y que se haya justo en frente del Gran Capitán.

Aparcar la autocaravana no resultó complicado, pero lo que no esperábamos era el "ascenso" para contemplar la caratata desde cerca.
A pesar de no ir muy preparados para trepar por rocas, lo intentamos, cada uno a su ritmo, pero sin descuidar a nadie.






Bajamos lentamente por las rocas hacia nuestra autocaravana, que tras algún resbalón y un mal apoyo que hizo que un servidor metiera el pie entero en el agua, se saldó sin incidentes, así que arrancamos los motores de nuevo para dirigirnos a nuestra última parada dentro del parque, una de las paredes de granito más altas del mundo, el "Gran Capitán".

Tras unas cuantas vueltas, gracias al gps que no era aquí de gran ayuda, estacionamos en un espacio habilitado para ello para admirar mencionada roca.



Lo cierto es que es impresionante, pero desafortunadamente no encontramos el mejor punto de vista para contemplar y fotografiar la pared de granito de tal forma que hiciera justicia a su enorme belleza.



Viendo que se aproximaba la hora de la comida y para cumplir con nuestra hoja de ruta partimos hacia el oeste rumbo a San Francisco, el cual sólo nos serviría de paso en el día de hoy y para abrir boca de cara a la última fase del viaje, pues en realidad hoy debíamos dormir a unas 40 millas al norte de la ciudad, en Olema.

Paramos a comer en un aparcamiento en la carretera, apenas habiéndo dejado atrás el parque de Yosemite, aprovechando para estirar las piernas y así afrontar las casi 180 millas que nos separaban nuestro alojamiento.

Me encargaba yo durante éste tramo de carretera de llevar los mandos de la nave, con la ilusión puesta en atravesar el mítico "Golden Gate Bridge" después de un breve callejeo por la ciudad de San Francisco.



El trayecto se hizo largo, para todos, pues los 18 días que llevábamos de periplo Estadounidense empezaban a pesar, pero al llegar a Oakland y comenzar a atravesar el "Bay Brigde" con la bahía de San Francisco en el horizonte supuso una renovación en las ganas y las energías para continuar con el viaje.






Una vez en San Francisco callejeamos, no sin perdernos, gracias de nuevo a nuestro gps, hasta el majestuoso Golden Gate, el cual cruzamos despacito para saborear el momento y para inmortalizar el momento nos detuvimos al finalizar el puente, justo antes de Sausalito, en un mirador que se encuentra justo enfrente de la bahía de San Francisco.





No es el mejor mirador para contemplar el puente, pues desde ésta posición el Golden Gate queda muy perpendicular, pero llevábamos cierta prisa para llegar a nuestro destino, que aún quedaba lejos, pues nos esperaba una carretera típica de costa con acantilados.

El mirador óptimo para hacer las fotos del puente está en el lado de la carretera correspondiente al sentido que da entrada a la ciudad de San Francisco, tras una breve subida a una colina.

Una hora y media después del alto en el camino para divisar el puente y conduciéndo por una tortuosa carretera bacheada sorteando acantilados, llegamos a Olema, donde pudimos descansar de éste agotador dia.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Día 17: Yosemite National Park

Despertamos en Santa Bárbara con la idea de recojer la autocaravana y ponernos pronto en la carretera, pues por problemas de tiempo decidimos que ver el pueblo en que nos encontrábamos era inviable, pues teníamos por delante un intenso día de carretera para llegar a dormir al parque nacional de Yosemite, que se encuentra aproximadamente en la parte centro-este del estado de California.


Ver Yosemite National Park en un mapa más grande

El gps nos daba una previsión de unas 6 horas y media para completar las 350 millas (unos 650 km) que nos separaban de nuestro destino, eso sin contar las paradas a descansar, repostar gasolina y comer.

Como podréis imaginar el día transcurrió casi en su totalidad en la carretera, con lo que no hay muchas fotografías, anéctodas o experiencias dignas de contar aquí.

La única reflexión que cabe mencionar es el estado de las carreteras estadounidenses, que no es lo que esperábamos, al menos por las que nosotros hemos rodado. Y es que los españoles tendemos a infravalorar todo lo nuestro, pero mi lectura en éste aspecto es que las calzadas son más anchas, pero más bacheadas y descuidadas que las de nuestro país.

Llegamos tras un largo trayecto al parque nacional de Yosemite sobre las 18:30 horas, donde pagamos la entrada, creo recordar que unos 18 dólares y nos dirigimos a buscar el alojamiento, previo paso por una gasolinera para repostar de nuevo; ya que la autocaravana consume bastante debido a peso, millas, aire acondicionado... nunca nos arriesgamos a que baje de un cuarto de depósito.

Justo al lado de la gasolinera encontramos una tienda de recuerdos del parque, así que hicimos una visita para estirar las piernas y poder respirar el oxígeno puro que nos ofrecía la zona.

Proseguimos con nuestro camino, aún teníamos por delante una hora de carretera, pero ya por dentro del parque, llena de curvas y estrecha, pero con unas vistas impresionantes.



Llegamos al camping casi anocheciendo y buscamos estacionamiento para nuestro vehículo, que no era precisamente pequeño; lo encontramos y de nuevo nos encontramos con el método de pago basado en la "confianza", como os conté en el capítulo de las playas.



Una vez más fuimos honestos y metimos en el sobre el dinero que correspondía; mejor dicho, fuímos mucho más honestos, ya que David se encontró un sobre lleno de dinero y sin cerrar de algún compañero de camping despistado. Procedió a cerrarlo y lo depositó en el buzón, no sin antes verse acechado por las lógicas dudas sobre si quedarse el dinero o no.



Después, consultamos un tablón informativo sobre el camping y el parque de Yosemite, en el que recomendaba que guardáramos toda la comida en unos recipientes metálicos con candado para no ser víctimas de un oso hambriento; tras ver las fotos de osos aplastando coches como si fueran de papel, hicimos lo propio justo después de cenar.



No era éste un camping al uso debido a la ubicación del mismo, pues no tenías servicio eléctrico, ni duchas, ni lavandería, así que tocó asearse en la claustrofóbica ducha de la autocaravana y arroparse un poco en la cama a la hora de dormir para paliar el frío que hacía por la noche en el bosque.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Día 16: Playas (Santa Mónica y Malibú)

Nos lanzamos de nuevo a la carretera con nuestra autocaravana dispuestos a pasar un día de relax en algunas de las playas de California, habíamos pensado visitar varias: Santa Mónica, Malibú, Venice, Manhattan Beach...

Pero nuevamente intentamos abarcar demasiado y tuvimos que quedarnos únicamente con las 2 primeras, que no está nada mal, por otra parte.

Por la mañana fuimos al "Pier" (Muelle) de Santa Mónica, tantas veces visto en series como "Los Vigilantes de la Playa" o "Pacific Blue", con la mítica Noria y las antiguas atracciones de feria que la acompañan.




Además de visitar el muelle, teníamos la intención de sentarnos en la playa y bañarnos en el océano Pacífico, pero nuestra experiencia en California nos dice que siempre amanece nublado y baja la temperatura hasta el punto de tener que ponerse chaqueta en ocasiones, al menos en Agosto; con lo cual, en Santa Mónica, no pudimos tocar el agua.





Dimos una vuelta por el Pier, muy concurrido, ya que hay puestos de souvenirs, restaurantes, atracciones de feria, la señal del final de la ruta 66...





El final de la ruta lo encontramos de casualidad, pues por lo que me había informado, ésta no acababa en el mar originariamente; pero imagino que como reclamo turístico lo indicaron en el cruce de Santa Mónica Boulevard con Ocean Boulevard.




Dimos una última vuelta por esta playa con la intención de ver a las patinadoras tal y como las series nos las mostraban... ni rastro, imagino que el día tampoco acompañaba demasiado.

Nos fuimos entonces a buscar la autocaravana, que habíamos aparcado en Lincoln Boulevard, a unas 6 manzanas (lejos), pues tras varios intentos de aparcar a pie de playa, en un aparcamiento nos pedían 48 dólares, que no estabamos dispuestos a pagar debido al tiempo que íbamos a gastar allí.

De camino, Nuria y yo vimos un hotel llamado "The hotel California", como la mítica canción de los "The Eagles". Ignorando si el hotel de la canción existe o no, lo inmortalizamos por si lo fuera.




Marcamos en el gps dirección Malibú, el cual nos llevó por la carretera pegado a la costa, con unas vistas preciosas, pero con un atasco considerable, así que en medio del caos, estacionamos a un lado de la carretera y preparamos la comida; es lo bueno de llevar la casa a cuestas.

Reanudamos la marcha ya con menos tráfico y llegamos hasta el pueblo de Malibú, donde aparcamos, lejos de nuevo por la considerable magnitud de nuestro vehículo y nos adentramos en unos senderos que nos llevaban a lo que prometía ser una playa más salvaje que las vistas hasta ahora.

Así fue, nos encontramos con una bonita playa, ubicada en entre montañas y un lago lleno de gaviotas, mucho más natural de lo que estamos acostumbrados y no tan turística quizás como sus vecinas Santa Mónica y Santa Bárbara.




El día se había tornado en soleado y con una temperatura agradable, lo que hizo que nos tumbaramos en la arena e incluso apeteciese bañarse, pero al tocar las aguas del Pacífico con los pies se quitaran las ganas de golpe.



Hicimos unas fotos en la playa y al observar que el socorrista recogía para cerrar su puesto de vigilancia y marcharse, le pedí que me prestara el instrumento inprescindible de todo socorrista estadounidense que se precie, la "boya torpedo", que popularizó la serie de "los vigilantes de la playa".




Me lo dejó sin problemas con ya la habitual simpatía americana para hacernos la foto.




Nos marchamos hacia la caravana para continuar con la ruta antes de que anocheciera en busca de un camping que localizamos en Santa Bárbara, pueblo californiano muy famoso también por sus playas.

Llegamos siendo noche cerrada y nos encontramos algo muy curioso en este camping que hasta ahora no habíamos visto.

No hay nadie en la recepción, por lo que, te diriges a la oficina y hay una serie de sobres que indican las plazas libres, escojes uno, aparcas en dicha plaza y rellenas el formulario del sobre con tus datos, noches que permanecerás en el camping y el número de personas.

En el formulario te indica los precios por noche y por persona, así que metes el dinero en el sobre y lo dejas en el buzón de la oficina.

Es una especie de funcionamiento por confianza, ya que nadie ni nada parece controlar la honestidad de la gente a la hora de pagar.

También cabe señalar que en la oficina del camping hablamos con la dueña del camping, que nos comentó el funcionamiento y que era su "Day off" (día libre).

Aún así me cuesta creer que éste modelo fuera posible en España, pues todos sabemos que abusamos de la picaresca.