miércoles, 4 de agosto de 2010

Día 1: Llegada a Washington DC

Por fin llegó el día que tanto habíamos esperado, comenzó pronto, a las 6 a.m, los nervios no permitían dormir más.

A las 7:30 mi padre nos llevó al aeropuerto (como siempre), para acabar en la cola de facturación a las 8:15 aproximadamente; allí el primer sobresalto, hay overbooking en nuestro vuelo; el azafato nos tranquiliza porque ya tenemos asientos asignados, pero nos comenta que voluntariamente podemos quedanos en tierra por 600 "bucks" y volar al día siguiente.

Volamos separados, cada uno en una punta del avión. El vuelo es tranquilo y a pesar de contar con un amplio sistema de entretenimiento se hace eterno, sobre todo para los que no somos capaces de dormir en éstos cacharros.

El tan esperado aterrizaje resulta ser lo peor, el piloto da bandazos al descender y el que aquí escribe pasa miedo, pero todo acaba con nuestros pies en tierra estadounidense... ¡por fin!

Esperamos una larga cola para el control de inmigración especulando a cerca de qué nos pueden preguntar y preparándolo en inglés, of course!
Al final es un poco mito, el policía nos hizo ,tipo:
"¿Porqué viene a EEUU?", "¿Cuánto tiempo?"... te hacen una foto, te toman las huellas y te sellan el pasaporte.

Para llegar al hotel contratamos un "shuttle" compartido y al entrar en el mismo nos sorprende una enorme cola de americanos registrándose.
Resulta que hay un partido de beisbol importante entre los "Nationals", locales, y los "Phillies", visitantes.
Todos van ataviados con las típicas camisetas que tantas veces hemos visto en las películas, aquellas de rallas con botones.

Ponemos rumbo al Capitolio, cuya cúpula puedo ver perfectamente a través de la ventana de mi habitación; en 10 minutos llegamos.



Se nota que somos turistas, vamos alucinando con todo, sobre todo con los coches, las casas, los carteles... es muy distinto a Europa.

Vamos recorriendo el "National Mall" de oeste a este, tenemos hambre, vemos el típico puesto de perritos calientes en la calle y allá vamos...
¡Qué mitico!



En frente, el obelisco de Washington, fotos, fotos y más fotos.
La casa blanca queda un poco retirada y la posponemos para el día siguiente.



Está anocheciendo cuando llegamos al memorial de la II guerra mundial para terminar en el monumento a Lincoln totalmente de noche.



Todo es impresionante, aún no nos creemos demasiado estar a este lado del mundo tras mucho tiempo soñándolo.
Yo trato de nos pestañear demasiado para no perderme nada y mirar intensamente para reterlo para siempre en mi memoria.

Mañana más y seguramente mejor.

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