viernes, 20 de agosto de 2010

Día 12: Las Vegas

Después de trasnochar probando suerte en los casinos amanecimos tarde para recargar las pilas, que a estas alturas andan a medio depósito; así que pasamos la mañana en la piscina.

Contemplamos desde dentro cómo son los americanos en las piscinas... muy gordos o muy fibrosos, pero siempre con una cerveza en la mano, aunque cuesten 6 dólares.

Encargamos unas pizzas en el hotel y comimos en la habitación todos juntos con unas cervezas frías.
Es bastante curioso lo de los hoteles estadounidenses; las habitaciones no tienen nevera, sino una cubitera que cada uno en cualquier momento puede llenar en los expendedores gratuitos que hay por el hotel.

Al día siguiente tendríamos que recojer la autocaravana que habíamos alquilado, así que bajamos a una cabina a intentar llamar por teléfono a la empresa para aclarar unas dudas, pero fue imposible, no supimos cómo marcar correctamente y parece que ninguno de los amables lugareños, que aunque voluntariosos, tampoco.
Decidimos entonces personarnos en el lugar en cuestión, lo que nos costó 30$ de Taxi; por otra parte tirados a la basura, ya que ya habían cerrado el departamento de alquileres, así que para volver tuvimos que gastarnos otros 30$ en regresar a Las Vegas, ya que yo me encargué de desechar rápidamente la idea de Mendiola de hacer autostop, pues ya he visto demasiadas películas que desaconsejan dicha práctica.

Hasta la noche dejamos el seguir de turisteo, que comenzó por un paseo por el Strip rumbo al norte, con una primera parada en el hotel-casino "París", muy espectacular por dentro y por fuera.







Conseguimos unas fichas de recuerdo y continuamos al sur para llegar al restaurante de Harley Davidson, donde teníamos claro que nos daríamos un homenaje, por calidad y por espectáculo, ya que está ambientado con decoración típica motera americana e incluso con un carrusel de Harleys pasando por encima de tu cabeza mientras cenas.





Nos dirigimos a seguir con la recolecta del preciado souvenir, la ficha de cada casino, así que toca parada en el Luxor, el más al norte de los que se encontraba en nuestro plan, e imita a la ciudad egipcia mediante pirámides y esfinges.



Jugamos a alguna maquinita...



Llegamos al Excalibur, que recuerda a los castillos de juguete que teníamos de pequeños...





Nos encontramos ahora con uno de los más emblemáticos, el "New York, New York", precioso por fuera imitando a la gran manzana y algo anticuado por dentro para mi gusto.





Por último y para dar por terminado Las Vegas y sus casinos nos adentramos en el "Caesar Palace", uno de los más conocidos y seguramente de los más lujosos, quizá lo hayais visto en la película "Oceans Eleven", de George Clooney, Brad Pitt, etc.





Nos despedimos de la ciudad con la sensación de agotamiento que provocan las tragaperras, salas de juego, luces a todas horas y toda la locura que conllevan los casinos.
Ahora sé que la ciudad que nunca duerme es Nueva York, ésta vive por la noche y duerme por el día.

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