lunes, 30 de agosto de 2010

Día 13: Ruta 66

La intención era levantarse temprano para que los tres hombres del grupo fuéramos a buscar la autocaravana que teníamos reservada hace meses; pero el que aquí escribe programó mal la alarma del móvil (de manera totalmente accidental, lo prometo) y se despertó cuando sus compañeros aporrearon la puerta de su habitación.

Como el día anterior habíamos hecho la intentona de acercarnos al lugar donde debíamos de recoger el vehículo en cuestión, ya conocíamos el protocolo; que no era otro que ir en taxi, pues el lugar era bastante inaccesible en otro medio de transporte público.

En ésta ocasión parece que nos tocó un taxista con algún conocimiento más de geografía, ya que el del día anterior fue el que confirmó el mito de que aquí hay gente que no sabe donde está España; de hecho nos preguntó que en qué parte de México estaba... alucinante.

Tras hablar de España y de coches con nuestro conductor nos preguntó por nuestro destino con la autocaravana y al responderle que era la famosa Ruta 66 camino a Los Ángeles nos dió algunos consejos y visitas recomendadas que desafortunadamente no pudimos hacer.

Llegamos al destino a la hora presupuestada, a pesar de salir tarde por mi culpa; pero nos tuvieron esperando cerca de una hora para tratar con un empleado en nuestro idioma, cosa bastante importante, ya que los alquileres de vehículos son algo delicados y más tratándose de una autocaravana; pues hay muchas cosas relativas al funcionamiento general que desconocíamos y que nos explicaron en un perfecto castellano-mexicano.

Para el papeleo nos pidieron los permisos de conducir originales, los que tenemos de España, nos sorprendió ésta circunstancia a pesar de haber leído antes de viajar que el permiso internacional no era necesario.
Según nos contó ésta persona, el documento internacional no deja de ser una mera traducción en varios idiomas, pero que en caso de toparnos con la policía nos requeriría los originales.

Primer problema del día; de 6 posibles conductores sólo a 3 se nos ocurrió llevar el permiso español, aunque después de unas gestiones telefónicas conseguimos una fotocopia del permiso original de Álvaro que se admitió como válido.

Tras un cursillo acelerado de cómo gestionar los mecanismos y particularidades de una autocaravana pusimos rumbo a Las Vegas para recoger a las chicas en la recepción norte del hotel Flamingo, no sin antes romper todos los platos de la vajilla en la primera curva, ya que el mueble en cuestión no cerraba como debiera.



Hicimos la compra en una especie de mercado al por mayor "FOOD 4 LESS" para sobrevivir 6 días y nos salió muy económica sin privarnos de nada.

Después de la parada marchamos en busca de la mítica Ruta 66 hacia el sur del país, pasando por la presa Hoover que divide el estado de Nevada y Arizona.
En este estado comenzamos a ver un poco la América profunda, la auténtica.



Ibamos con cierto retraso en el itenerario que nos habíamos marcado, pero siendo conscientes que habíamos acotado mucho los días y que ésto podía pasar, que quizá no pudiésemos ver todos los pueblos que queríamos.

Llegamos al atardecer al primer pueblo de nuestra ruta 66, Seligman; un pueblecito muy pequeño que se alimenta del turismo mediante tiendas de recuerdos, gasolineras, moteles y algún bar.





Como podréis ver en las fotos de arriba había una especie de "reconstrucción" de poblado del antiguo oeste, ignoro si se trata de una restauración de algo real o simplemente lo que parecía, un decorado de película.

Aquí paramos a comprar los ansiados souvenires de la ruta 66, que no decepcionaron en absoluto.



Nos montamos en la autocaravana de nuevo dispuestos a ver más pueblos de éste estilo, a pesar de que estaba anocheciendo y sabiendo que esto nos dificultaba la tarea, tanto de turismo como de búsqueda de alojamiento para ésta noche.





Alcanzamos el segundo pueblo "Hackberry" ya de noche, a unas 35 millas del anterior. Una pena llegar de noche, pues a pesar de que como principal atracción sólo contaba con una gasolinera antigua convertida en tienda de regalos, yo, personalmente, lo tenía señalado entre mis preferencias.






Con la vista puesta en "Kingman" arrancamos de nuevo, otras 40 millas nos separaban de uno de los pueblos más grandes de nuestra ruta.

Pensamos en dormir cerca de este pueblo para visitarlo a primera hora de la mañana del día siguiente, así que buscamos un camping o algo que se le pareciese; pero fuimos incapaces de hallarlo, por lo que con una mezcla entre mareo y cansancio propuse dormir en la primera gasolinera que viésemos con camiones aparcados...

Siempre dicen que en un restaurante de carretera donde haya muchos camioneros se come bien, ¿porqué iba a ser diferente para dormir?

Bueno, a decir verdad no era un marco incomparable para descansar ni tampoco algo muy turístico, pues detrás de la gasolinera había muchos camiones y detrás de los camiones había un club o como dicen en Nueva York "Gentlemen´s club".

Dimos algunas vueltas a la gasolinera, a bordo de la autocaravana por supuesto, a modo de inspección del terreno y tras largos debates elegimos un sitio donde apostarnos.

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